Triatlón, un inicio.
Triatlón, aquella disciplina que consta de tres etapas: natación, bicicleta y carrera. ¿Por qué iniciar en un deporte como éste? y en donde tienes que equilibrar las tres técnicas, además de acoplarse a la técnica que mejor te pueda dar ventaja.
Este deporte lo comencé a mis 41 años, nunca es tarde para comenzar algo. Lo interesante es que muchas competencias deportivas las dividen por categorías, y generalmente cada 5 años conforman una categoría. De esta manera evito competir directamente contra jóvenes o aquellos que llevan un entrenamiento de élite. Y así motivar a la gente mayor, aunque muchas veces a los cuarentas uno toma su segundo aire con más resistencia al fondo.
Al momento de escribir este relato, han pasado casi 4 años de intentar formalizarme en este deporte bastante exigente. Mi formación ha sido de nadador, corriendo cuando podía para mantenerme en forma y tener que acoplarme a las rodadas en bicicleta. Pensé que iba a ser fácil integrarme como triatleta, no le veía mucha ciencia a la pedaleada ¡Pero cuán equivocado estaba! Rodar en bicicleta es sumamente pesado, mantener la cadencia y el paso no es nada fácil. ¿Cómo es que caí en esto?
Todo empezó cuando me inscribí a un triatlón bajo techo en "sprint", 750 metros nadando en alberca, 20 km en bici estática y 5 km en corredora. Tenía uno o dos meses para medio entrenar, medio pedaleé una bici estática que conseguí y la acomodé en la casa, además comencé a retomar la carrera. Afortunadamente ya llevaba unos meses en la natación, de joven nadé por varios años. Me fue bien en dicho evento, pero aun así estaba fuera de la realidad de lo que era participar en un "verdadero triatlón". Sin embargo, este acontecimiento fue suficiente para motivarme. A lo que después me invitaron a uno de verdad pero en modalidad "olímpico", que consistía en el doble de la distancia del sprint, pero no había reto que no se pudiera cumplir.
Con los ánimos por delante, y como muchos que empezaron un triatlón, comencé a andar en una bicicleta de montaña y prestada. Las primeras vueltas que di en bici, fueron en el autódromo el cual tiene un circuito de aproximadamente 4.4 km; recuerdo que todos me rebasaban, hasta los niños que iban en sus bicis de ruta. Por más que pedaleaba, mis piernas no daban para alcanzar el paso de los demás. Después de dos meses de intentar acoplarme a estas modalidades combinadas, salí un poco confiado a Acapulco en 2014, un evento en mar, autopista y calle.
Con un pie en la playa ya listo para empezar, los nervios me dominaban, había muchas cosas que eran nuevas para mí. Me di cuenta que en la salida rumbo al mar, los competidores eran agrupados por categorías. Yo imaginaba una salida tipo aguas abiertas, como el clásico maratón Guadalupano de 5 km donde sale toda la rama varonil y entre golpes y jalones uno va avanzando. Y como buen nadador, me ubiqué al frente del pelotón. Salí con todo, rápidamente dejé el grupo de la categoría a la que pertenecía y empecé a rebasar a las otras categorías más jóvenes, estaba como pez en el agua. Después de 1.5 km noté que llevaba una ventaja considerable, la cual no iba a durar mucho.
Saliendo del mar pasa uno a la primer transición, afortunadamente tenía bien ubicado el lugar de mí bicicleta. Tomé un agua destinada para limpiarme los pies, quitarme la arena y ponerme los calcetines para pedalear (detalles que te quitan segundos valiosos y no vuelve uno a repetir). Para posteriormente treparme a mí recién bicicleta de ruta comprada con 15 días de uso. Salí cauto, y andaba fresco para recorrer la etapa ciclista. Para eso la inexperiencia empezó a causar estragos los primeros 10 km, me costaba mantener el paso y quedaba sorprendido por aquellos grupos de 10-15 ciclistas que pasaban rápidamente a mí lado. Después de llevar un rato el ritmo, por la sombra me percaté que traía como a 5 ciclistas siguiéndome el paso ...¿? No entendía porqué venían atrás tan pegados, pero eso me agotó mucho más. El tener ese tipo de presión hizo que me hiciera a un lado y los dejara pasar e intentar seguirlos. Pero cada que intentaba pegarme a un grupo no tan rápido, los perdía cuando dábamos una vuelta en cualquier parte del circuito. A la mitad del recorrido en bici, sentía que ya no podía, inclusive las vueltas me costaba trabajo tomarlas, no sabía cómo inclinar la bicicleta. Para colmo solo traía una botellita de agua y la sed estaba por noquearme, me di cuenta que no había puestos de hidratación en esta etapa ciclista, afortunadamente en una vuelta de 180 grados había gente dando bolsas con agua. Y pues como pude terminé los interminables 40 km.
Cuando deje la bici, pensé que era mi momento para retomar la carrera y lograr recuperar lugares. Acomodé la bici en su lugar correspondiente, me quite las zapatillas de ciclista para ponerme los tenis, agarré mi playera y gorra para comenzar la última parte del evento con una carrera de 10 km. Tomé un buen paso, lentamente empecé a rebasar a varios corredores durante los 3-4 primeros kilómetros, pero sentía que el sol caía con aplomo, lo cual me estaba fundiendo. Yo estaba acostumbrado a correr en las mañanas, bajo la sombra de los árboles en el parque, en la comodidad de la casa con la corredora. Pero el sol hacía que mi alma dejara el cuerpo, sentía como el asfalto me quemaba los pies y en cada puesto de hidratación tomaba agua para dejarla caer sobre mi cabeza. Al kilómetro 5 no pude más y me detuve, ya no podía más, me topé con el famoso "muro". Término utilizado en el deporte, donde indica un cansancio físico y mental que te impide avanzar ("hitting the wall"). Sin embargo, esperé por un rato y opté por caminar, recuperar el aliento por 500 metros, para después continuar con el trote, que decir que la pequeña ventaja que tenía en la carrera la estaba perdiendo. Fueron cinco largos kilómetros restantes, cada kilómetro estaba marcado en la carrera y se me hacía eterno cada uno.
Y después de una eternidad bajo el ardiente sol pude llegar, a lo que ya no podía con mi ser y me dejé caer pasando la meta (bueno como a 10 metros después, no te dejan desmayarte exactamente cuando cruzas la meta). Nunca en mi vida me había sentido así, tan cansado, tan agotado que hasta tenía ganas de llorar.
Después de la traumática experiencia, ni quería revisar la lista de posiciones. Ya con calma en la comodidad del hogar, consulté la lista para darme cuenta de mi lugar en cada etapa de la competencia y ver que finalmente quedé en la posición 22 de aproximadamente 80 competidores en la categoría 40-44. Tomando un poco de filosofía en que la vida es algo único y se tiene que aprovechar al máximo cada etapa de la existencia, tomé la decisión de seguir en esto. Tomarlo como un reto más, pero había un pequeño detalle que solo era cuestión de afinar, tener que mejorar el entrenamiento de la bici para escalar a un mejor lugar (según yo), ya que desde mi punto de vista, fue lo que me afecto en el rendimiento competitivo. Aun así, lo importante era mantener la frente en alto ante semejante adversidad, ya que realmente todavía faltaría mucho por aprender acerca de este deporte. Cabe mencionar que la mayoría del pseudoentrenamiento que llevé, fue en solo durante unos cuantos meses, a lo mucho tres o cuatro y como mi intuición me lo diera a entender, con consejos por ahí, lecturas por allá y tips por doquier.
Ya tenía mucho que no regresaba formalmente al ejercicio, en el último año de Preparatoria y casi toda la Universidad le dediqué bastante tiempo a la natación. No como atleta de alto rendimiento, pero si hacía mi mejor esfuerzo en la alberca. Afortunadamente en mis estudios de Posgrado me hice un espacio para regresar al deporte, a pesar de dar clases, tener familia y satisfacer las exigencias de mi asesor de proyecto. A fin de cuentas puedo concluir que tenemos todo para hacer lo que deseemos, solo es cuestión de ponerle algo de empeño.
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